Cada vez más, el Maligno va atacando con más fiereza pues el tiempo se le termina y los acontecimientos se precipitan. El Señor está cerca, y hemos de portar, investidos con el hábito del Carmelo celeste, el santo Escapulario, como armadura y defensa, es el signo visible de la protección maternal de su Manto celestial.
Mi Mamá me mima, nuestra Madre nos cuida, besa tu Escapulario, signo de tu conversión y vive tu consagración a la Virgen cada día, desde la salida del Sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
Alabemos,
¡Bendito seas Señor!
¡Viva Cristo Rey!
¡a Ti gloria y alabanza por los siglos!
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